miércoles, 30 de abril de 2014

FRAGILIDAD

Antes de tener cáncer sentía que era inmortal, aunque siempre he sido muy prudente. Pero la muerte para mí era una ensoñación lejana que poco tenía que ver con mi día a día. Así que dejaba que la rutina me arrastrase y que el cielo me pasase día tras día tras día sobre la cabeza sin mucha inquietud y siempre dejando que mis emociones me arrastrasen hacia uno u otro lado.

Ahora, enferma y sana a la vez, descubro mi fragilidad a raíz no ya del cáncer, que es una papeleta, pero ahí estamos, luchando cada día y curándonos si nadie dice lo contrario. Me sentí frágil el día que me pusieron el catéter para recibir la última tanda de quimio (maravillosamente suave, también hay que decirlo). Mis venas ya no son lo que eran y tuvieron muchos problemas para encontrar el punto en el que debían meterme la guía que debe llegar hasta las vías centrales. Una vez que lo consiguieron (al tercer pinchazo), sentí una presión en el pecho, algo de ansiedad. Se lo dije a las enfermeras y cambiaron el rumbo de la guía, por lo que debo pensar que andaban tocando algo que no debían, probablemente el corazón. Después sentí un fuerte latigazo en el cuello, como el comienzo de una contractura brutal. Pero no... volvían a tocar algo que no debían, ¿un nervio?

En fin... de pronto sentí que una operación rutinaria para ponerme una medicación estaba alternado puntos de mi cuerpo demasiado íntimos, tanto que ni yo los he visto nunca. Me di cuenta de que sí, somos una máquina perfecta, pero vulnerable y mucho.

El resto de la semana (o al menos los primeros días) me la pasé preocupada por el dichoso catéter, sintiendo de nuevo pequeños pinchazos musculares (que se debían a la quimio en sí misma, probablemente) y dudando de si el tubito dichoso estaba en su sitio o se había escapado por algún misterioso conducto.

Ayer me pusieron una nueva tanda de quimio y todo está en su sitio. Además me deja hacer vida completamente normal, porque el mayor efecto secundarios son unos bonitos coloretes al estilo Heidi.

Eso sí... la enseñanza que creo haber aprendido es a cuidar mucho de este cuerpo nuestro, mimarlo y aprovechar el contacto con el mundo que nos ofrece, que no es tan eterno como lo sentimos a diario y es una suerte poder disfrutarlo. 

UNA DESPEDIDA (.)

Esta entrada la publico por aclamación popular. Hacía ya tiempo que me reclamaban este poema. El poema de la despedida... de la despedida de mi pecho, no nos vayamos a asustar sin motivo.

Lo escribí unos días antes de la operación, inspirada por el magnífico Albert Espinosa y su libro El mundo amarillo. Él se dejó una pierna en la lucha contra el cáncer, pero en lugar de sentir la pérdida, le hizo una fiesta, convocando a todos los que habían disfrutado de su existencia de una u otra manera.

(No busquéis mucha rima o métrica, porque no creo que la haya y si hay algo, sería una sorpresa.)

He sido muy feliz junto a ti.

Tardaste mucho en darte a conocer,
pensé que nunca llegarías.
Pero cuando lo hiciste...
me hiciste más bella.
Eres todo lo que se puede pedir:
liviana, redonda, sonrosada...
Magnífica, tanto, tanto,
que no sé si tendría que llamar
a los que te han besado
para que se reúnan a llorarte,
aunque seguro basta el último
para hacerte el duelo.

Te recordaré siempre,
cómo me hiciste sentir,
joven y guapa, mujer.
Y después...
después cumpliste con tu labor primera,
con tu sentido ser.
Le diste a él todo lo que pudiste,
amor y calor, alimento y maná.
Yo solo pude asombrarme,
observar en silencio,
maravillarme.

Así que ahora, que nos toca despedirnos.
Que debo elegir entre tú y la vida.
Ahora solo puedo darte las gracias,
mirarte por última vez fijamente,
antes de la despedida.

Me habría gustado envejecer juntas,
pero ahora sé que esa no es una opción,
te dejo atrás
y miro adelante
con una sonrisa y solo una tristeza pequeña.
Minúscula.

Adiós.

lunes, 21 de abril de 2014

¿PELUCA O PAÑUELO? Y PASCUA

Esta es una extraña pregunta a la que nos enfrentamos todas con nuestra melena todavía ondeando al viento. Intentamos imaginarnos sin un solo pelo en la cabeza y, entonces, debemos imaginarnos de nuevo con pelo (aunque no propio) o con un bonito pañuelo en la cabeza.Antes de comprarme la peluca, mi respuesta era: pañuelo. Después de la compra, me sentía aliviada por tener una vía de escape que me permitía sentirme cómoda.

Pero a quien le digan que el pelo no duele al caerse, es que no se le ha caído el pelo con la quimio. ¡Sí duele! Vale, no es un dolor terrible, pero está ahí. Es un dolor constante y molesto en las raíces del pelo que se agrava en cuanto la almohada o la misma peluca tocan el cuero cabelludo.

Por eso, el pañuelo, por momentos, resulta bastante cómodo. Más que la peluca, a la que estás deseando dejar en el cuarto de baño, a oscuras y castigada.Pero llevar pañuelo durante días, sin utilizar la peluca, te convierte en la viva imagen de la enfermedad: cualquiera que te mire sabrá que estás enferma; y, qué pena... con un niño de un añito.

El pañuelo te obliga a rendirte a la verdad de una forma menos íntima, más expuesta. Y te puedeprovocar  momentos maravillosos, como aquel en el que se me acercó una compañera amazona, ya mayor, y me dijo: "Tranquila, esto se supera. Te lo digo yo, que mis padres tienen 90 años."; pero también sabes que los demás saben que estás enferma. Y esto te hace pensar y repensar en ti, en la enfermedad que no sientes, pero que está ahí, indiscreta y pesada.

Volví a la peluca, aprovechando que ya no me dolía en absoluto la cabeza; me hice coleta, me compré un sombrero precioso para el sol y esta extraña primavera que nos está regalando el sol este año (o estaba, ya no sé). Me sentía cómoda y L. la mar de encantado de poder tirarme del pelo en los momentos de berrinche.

Pero llegó la Pascua y ya se sabe que Jesús resucita de forma diferente para cada uno. Para mí este año ha sido un despertar suave y casi silencioso, como el brotar de una minúscula plantita a la que todavía hay que darle tiempo. En mi Pascua, este resurgir se vive en Comunidad y a corazón abierto; así que a todos les conté mi historia. Con mucha emoción al principio, por saber que cada año nos quedamos así, expuestos y apoyados unos en otros; como una familia que va viviendo y al llegar este momento del año se reúne y se cuenta las penas y las alegrías al fuego cálido de la fe.

Así que, a todo esto y volviendo al tema, mi peluca se quedó en el cuarto, colgada de una litera y con los mechones cansados de tanto paseo. Porque era momento de colores, todos los de mi pañuelo; que había resucitado Jesús y no había motivos que compadecer. Solo abrazos y sonrisas. ¡Y lo guapa que estoy yo con mi pañuelo!

PD: No creáis que mi peluca estará castigada para siempre; ya la he peinado y os prometo que la llevaré a lavar cuando toque. Pero no es la protagonista, aunque sea magnífica... porque la protagonista soy yo.

jueves, 10 de abril de 2014

BRAZOS SÍ Y MUCHOS

Hoy hemos ido a vacunar a L. (se ha portado como un jabato) y, de paso, visitar a mis amigas del grupo de lactancia. Un grupo que aconsejo a todas las mamis primerizas, porque es el lugar perfecto en el que descansar un poco sin dejar de lado a tu peque. De hecho, si las mañanas a solas con el bebé se te hacen eternas, prueba a distraerte un poco en este tipo de grupos: no soltarás a tu bebé (o sí, si prefiere el carro), pero estaréis tranquilos y distraídos por un ratito.

Una de las mamás con las que he estado hablando, me comentaba que tenía muchas dudas de si coger a su enanito, por si se malacostumbraba a los brazos. Totalmente comprensible, porque toda buena mamá primeriza que se precie, siente que cada gesto cuenta, cada decisión influirá en ese pequeño ser y lo terrible sería tomar el camino equivocado.

Le he dicho que coja a su bebé, que L. era igual a su edad y ahí estaba... correteando detrás de una pelota, totalmente a su aire y feliz. Así que a la vista estaba que los brazos no solo no le habían hecho ningún mal, sino que era la prueba viviente de que hacen mucho bien. Sobre todo si es lo que te está pidiendo tu bebé. Me explico: tanto L. de pequeñito, como este bebé parecía que tenían clavos de punta en la cuna. Sin embargo, mi sobri P. es mucho más feliz en su carrito. Así que escuchad a vuestros bebés y así no podréis fallar.

De recién nacidos, lo que necesitan los bebés es sentirse confiados en el mundo y, teniendo en cuenta, que el mundo se resume en su mamá; entonces está claro que nosotras somos las que debemos darles esa confianza y esa tranquilidad. Esa tranquilidad supone mucho mimo, mucha cercanía y procurar que lloren lo mínimo posible.

Y salió el sol

Sé que he tenido abandonado el blog estos días. Cada día he ido pensando en el nuevo post que iba a escribir. Primero sobre los viernes, y cómo llegamos desde el lunes al viernes con mejor humor cada vez. En mi caso la escalada hasta el viernes fue complicada, desde un lunes de quimio, de última quimio (al menos de las que te quitan la energía y el estómago). Y la semana fue relativamente bien (jamás pensé que se pudieran tomar cinco pastillas diferentes para lo mismo, las náuseas). Pero lo que yo quería era no sentir ya ningún síntoma del último veneno y, claro, eso era más complicado.

Después, ya al 90% recuperada, salí a correr y quise escribiros sobre la maravilla que es poder salir en estos días de sol a correr a mi campito de pinos y hierba, con todos los pajarillos cantando. Ha sido un reencuentro con mi cuerpo, con el ejercicio y con la naturaleza que he disfrutado como una enana. A todos aquellos a los que no os guste correr para nada, os recomiendo correr un poquito, hasta que os canséis mínimamente y, luego, probad a continuar andando. Así no se sufre y se hace ejercicio igual, hasta que el cuerpo está más entonado.

Ahora aquí estoy, a jueves por la noche, de la siguiente semana, escribiendo sobre todo y sobre nada en concreto. Bueno, sí... escribiendo sobre la felicidad que da poder pensar en que las náuseas se dejan solo para cuando esté malita con un virus, como todo hijo de vecino. Pensando en que no ha sido tan difícil, aunque mejor haberlo pasado ya. Disfrutando con L. y de L, porque estos días estamos de parques al sol y porque estos días siento que nos estamos reencontrando después de un invierno duro, en el que hemos tenido un periodo largo de distanciamiento, porque tuve que dejar de cogerle en brazos y porque descubrió que tenía un papá del que es difícil no enamorarse.

Y por cierto... ya no hay rastro de quimio, todo era cuestión de ser paciente.



viernes, 4 de abril de 2014

LA QUIMIO Y UN EJERCICIO DE ESCRITURA

Como algunos sabéis, esta enfermedad me ha permitido reencontrarme con viejos sueños que han convivido conmigo desde que tengo uso de razón. El más antiguo e ignorado de todos: escribir.
Hace unas semanas me apunté a un curso de escritura y uno de los ejercicios que tenía que entregar debía tratar sobre "el asco". Un tema muy oportuno, gracias a la quimio.

Aquí os dejo el ejercicio: 200 palabras (aprox.) sobre el asco:

"Todo va bien, en realidad no está siendo muy difícil. Aunque si lo pienso... esos días, esa semana, sí que son todo un reto para mi sentido del olfato. Desde el lunes a primera hora, en el hospital y ese olor que al principio solo era uno más, pero que ahora es la antesala de todos los olores. Porque después, en casa, tengo que cerrar todas las puertas que tengo a mano para evitar el olor del puerro sofriéndose; tengo que recordar cada mañana lo que cocinamos el día anterior, porque todavía lo huelo en las sábanas y en el ambiente. Y, lo peor, el olor de ese jabón sin olor. Se pega a mi cuerpo y ya solo huelo a ese perfume ausente; es una capa invisible que me hace oler mis manos con náusea. En una semana todo volverá a su lugar, el puerro, la comida, el hospital... pero no ese jabón 0%; me recordará siempre esta enfermedad sin perfume al comienzo, cuyo olor nauseabundo solo te invade cuando se está curando."

(Acerca de la respuesta de mi tutor, solo deciros que ha sido excelente y me ha dejado emocionada.)

jueves, 3 de abril de 2014

MATERNIDAD: LA IMPORTANCIA DE LA INTUICIÓN

Las mujeres somos las de la intuición, pero no para cazar a los hombres (anda que no hemos perdido el tiempo y nos hemos equivocado veces). Nuestra intuición se desarrolla al máximo cuando tenemos delante un bebito que no es capaz de comunicarse con nosotros y del que debemos saber todo, para poder ayudarle en este comienzo de la vida.
Por eso, si eres una madre primeriza, que al principio pensó que podría encontrar en un manual todo lo que habías de saber... te aconsejo que relativices todo lo aprendido y mires a los ojos a tu enano.
Todas las normas y consejos que te puedan dar (incluidos los míos) quedan obsoletos cuando tu bebé te reclama. Solo él tiene las claves para que todo funcione y tu labor es descifrarlas poco a poco, en los momentos buenos y en los malos. Bien pegaditos podrás ir entendiéndole y estableciendo una conexión de valor incalculable.
Cuando vaya creciendo, habrá que ir enseñándole cosas nuevas; poniendo rutinas; estableciendo pautas... pero incluso todas estas pautas necesitan de esa conexión. Si se rompe, amiga, probablemente comenzarás a pensar que tu hijo te habla en chino y tú solo entiendes el japonés. Por eso, a pesar de todos los cambios, la intuición por la que te guiaste al comienzo, debe marcar tus pasos después.
Os pongo por ejemplo a L. y a mí. A su edad ya debería dormir en otro cuarto, debería dormirse siempre solito en la cuna. L. no duerme en su cuarto, duerme con nosotros, pero sí se duerme solo en la cuna. Excepto cuando toca quimio y no vernos las caras apenas en todo el día... Esa semana se hace lo que el bebé y la mamá queramos.
El otro día quería brazos y yo quería sus bracitos. Lo pasé a mi cama conmigo, lo coloqué con las piernitas dobladas, acordándome de cómo estábamos cuando éramos uno solo. Él me acariciaba los brazos con sus manitas y después posó su palma abierta en mi cara. Así estuvimos hasta que se durmió.
Es cierto, contraviene las normas, pero él y yo nos necesitábamos esa noche. Mi intuición me lo decía. Y fue maravilloso.

martes, 1 de abril de 2014

DOS LIBROS DE CABECERA PARA LUCHAR CONTRA EL CÁNCER

Hola amigos:

Cuando recibí la noticia de que me esperaba una lucha contra la enfermedad, recordé todos esos libros que había ido viendo a lo largo de mi vida en las estanterías de las librerías y bibliotecas; todos esos libros que hablaban de cómo llevar el cáncer, cómo superarlo, cómo convivir con él.

Entonces yo veía la enfermedad como un fantasma horrible contra el que poco se podía hacer y, además, me tocaba muy de lejos. Al fin y al cabo, yo era joven y sana.

Pero hay dos libros que he considerado imprescindibles para asumir la enfermedad, para tomar una postura y mantener un carácter. Son Anticáncer de David Servan-Schreiber y Mis recetas anticáncer, de Odile Fernández. Ambos son médicos, han vivido cánceres muy difíciles y los han superado revisando tres puntos radicales de su vida: la dieta, el ejercicio físico y su visión de la vida.

Estos libros contienen toda esa información que un oncólogo todavía no puede dar, porque no tiene datos científicos que provengan de estudios objetivos y amplios. Pero esto no quiere decir que la información que se ofrece sea falsa, es solo que es muy difícil realizar estos estudios y la ciencia avanza demasiado lenta. Aún así, desde que enfermé hace unos meses, he ido viendo cómo los medios de comunicación y los oncólogos iban confirmando algunos puntos que para mí ya eran totalmente ciertos.

Si tienes cáncer, si no sabes cómo afrontarlo, si todo son dudas y miedos... aquí te dejo estos dos libros maravillosos, una bocanada de esperanza. Para que no te falte el espíritu de lucha, que es lo más importante a lo largo de todo este proceso.

Un abrazo fuerte, no te marches sin dejar un comentario.
Paloma

EL BEBÉ, MI CALVA Y... ELLA

Todos recordamos nuestros primeros terrores de niños, cuando asociábamos elementos extraños a acontecimientos igual de extraños. Todavía recuerdo la vez que a mi hermana la atacó una máscara de escayola. Entonces estaba claro que aquella máscara era la causante de que mi hermana tuviese la mejilla roja y mis padres consolasen su llanto irremediable.

Por eso, desde que traje mi peluca nueva a casa, quise alejarla de la vista de L. y la colocamos en nuestro baño, donde apenas va. Pero entonces se convirtió en un trasiego de cabeza... que si cogía olores, que si se humedecía con la ducha... y siempre abriendo y cerrando puertas para que L. no la viese.

Hasta que nos relajamos en nuestras costumbres y un día, su padre me trajo a los dos al baño: al niño y a la cabeza blanca de poliespán. Y no creáis... se les veía la mar de bien juntos. L. había comenzado a tirar del pelo y no os lo vais a creer... ¡le estampó un beso en la mejilla! L. tiene 15 meses y todavía no sabíamos que era capaz de dar besos. Entonces le puse yo la cara y también me dio un beso maravilloso. Después le pegó un bocado en la nariz y tuvimos que quitarle alguna que otra bolita de entre sus dientecillos.

Ese día descubrí que como padres, no podemos prever todas las reacciones de nuestros hijos, pero a mí todavía me cuesta no sentirle una parte más de mí. Y bueno... lo más maravilloso de todo fue descubrir que L. ya sabía dar besos.

Y todo gracias a... ella.

EL BEBÉ, EL GORRO Y LA TERNURA

Una de las experiencias que más aterran al comienzo del tratamiento de cáncer es asumir que vas a perder el pelo. Ni siquiera el pecho fue, para mí, una preocupación demasiado grande. No tengo pecho izquierdo, pero nadie lo sabe a no ser que se lo diga yo. Pero el pelo... el pelo nos ha acompañado desde siempre, lo hemos mimado, cuidado y maltratado en ocasiones. Hemos gastado mucho dinero para que quedara perfecto. Y ahora... ahora nos abandona y nos deja en evidencia.

En otro post contaré cómo fue mi experiencia, pero ahora os cuento cómo ha sido esta experiencia con mi hijo. Yo pensaba que le sería difícil asumir que su mami pasaba de tener el pelo largo de siempre (aunque fuera peluca) a llevar un gorro morado bajo el que no había nada. Pues bien... de nuevo, L. nos demuestra que los adultos convertimos en tabús cosas de lo más sencillas.

L. desde el primer día decidió que el gorro era un juego personal con mamá (o papá, porque a día de hoy si yo le digo mamá, el me responde "papá"). Le enseñé a quitármelo y le dejé tocar mi cabeza, aunque fuera a modo de tambor. Ahora cuando estamos a solas, el juego es maravilloso: me quita el gorro, juega con mi cabeza, se lo pone él, me lo vuelve a poner... Y, lo mejor de todo, despierto en él una ternura que le hace cogerme la cara con sus dos manitas y plantarme besos de los suyos, con toda la boca abierta. Su padre me dice que no me dirá mamá, pero que esos besos no se los da a él.

Así que, a todas las superhéroas que se encuentren pasando por lo mismo que yo, descubrid qué nueva ternura se despierta en vuestra vida al veros indefensas y en evidencia.

Un abrazo fuerte,

CÓMO ME CONVERTÍ EN UNA MAMÁ AMAZONA: LA CICATRIZ

Hay ocasiones en las que no es necesario quitar el pecho, tan solo una parte; otras en las que en la misma operación, pueden reconstruirte. Pero no fue mi caso. Por la situación del tumor y la afectación del ganglio centinela, tuvieron que quitarme el pecho entero y no pudieron reconstruirme.

Tengo 31 años y para mí el pecho era una parte bien bonita de mi cuerpo. ¡Estaba orgullosa! Pero en cuanto supe que ya no estaría ahí le di las gracias por los servicios prestados (¡mi hijo se había alimentado y había crecido gracias a él!), le escribí una poesía de despedida y mi marido y yo le hicimos una última fiesta. El 26 de diciembre ya no estaba ahí y mi cuerpo había cambiado para siempre.

Pero contarlo ahora es más trascendental de lo que realmente ha sido. En el hospital, la primera vez que me vi la cicatriz se me ocurrió que era más pequeña y recatada de lo que me esperaba. Al ver mi perfil, solo podía pensar que hubo una vez que yo era así, planita; cuando era una niña. ¿Cómo podía no querer a la niña que había sido entonces y que volvía a ser ahora?

Desde el primer momento quise a mi cicatriz y a la niña que volvía a ser. Solo cuando estoy con mi marido siento vergüenza por no estar completa. Pero sé que a él no le afecta, porque por encima de todo me quiere, tal y como soy hoy. Y yo... he aprendido a olvidarme del pecho que falta y centrarme en el que tengo, para mimarlo a él también.

Dentro de un tiempo, cuando haya acabado el tratamiento, será el momento de recuperar lo perdido y realizar una reconstrucción. Pero esta es una enfermedad del paso a paso, se me hace un mundo pensar en ese momento. Un mundo sobre el que todavía no camino, no me hago ilusiones, aunque sé que está ahí, que ese paso existe; pero después de todo. Mientras tanto, ya os digo, quiero a mi cicatriz porque es parte de mí, parte de mi salud y de mi curación.

Para todas aquellas que os podáis enfrentar a todo esto, quizás os parezca terrible, quizás lo llaméis amputación. Yo pienso en el mito de las amazonas: ellas se cortaban el pecho para ser más ágiles con el arco. Yo me he despedido de él para ser más fuerte.

Un saludo

Hola amig@s:

Esta es la primera vez que decido escribir algo y publicarlo en la red. Nunca antes había tenido nada que contarle al mundo en general y ahora parece que mis experiencias pueden serle de ayuda a alguien.

Tengo unas ganas locas de ayudar a mamás primerizas con todas aquellas etapas que os tocan vivir con vuestro bebé y por otro lado, hace poco que me he convertido en una mamá algo diferente. Hace cinco meses me descubrieron un cáncer de mama y para curarme he tenido que prescindir de uno de mis pechos, así que me he convertido de repente y sin esperármelo en una mamá amazona.

Sois bienvenidos a mi blog y a mis historias, espero no aburriros en la lectura y que os pueda ayudar en algo.

Un abrazo fuerte,
Paloma